Villa Peloteros, un rincón olvidado a una hora y cuarto de la vibrante capital Santo Domingo, es un lugar donde la angustia y la esperanza se entrelazan. Un vasto terreno, ocupado por personas de muy escasos recursos que, a pesar de dificultades e incertidumbres, han hecho de este lugar su hogar.
En este barrio improvisado, donde el agua potable es un lujo y el desagüe una necesidad no sastifecha, vive D. Pedro, un hombre cuyo amor fraternal lo lleva a cuidar de su hermano enfermo de Alzheimer, a pesar de haber perdido a su esposa y haber sido abandonado por sus hijos. Cada día es una lucha por el sustento, y en ocasiones, D. Pedro lleva a su hermano a cuestas, mientras busca trabajo... Su casa hecha de láminas de zinc y tablas está al borde de un barranco, con peligro de caerse cuando se desencadene la próxima tormenta de agua. Como les sucedió a varias casitas el pasado mes, que desaparecieron con la corriente del agua.
Patricia, una madre valiente y decidida, también reside en Villa Peloteros. Cuando su pareja descubrió que esperaba su cuarto hijo y le exigió que abortara, ella se negó y fue abandonada. Sin embargo, sigue adelante, trabajando por conseguir sustento para sus hijos.
Pero en medio de estas historias de lucha y supervivencia, hay destellos de esperanza. Las misioneras, acompañadas de un grupo de estudiantes de secundaria, visitaron Villa Peloteros, llevando alimentos y, lo más importante, oídos atentos para escuchar sus problemas y una sonrisa amable para animarles y fortalecerles en la esperanza.
Contamos contigo para que sea posible continuar con esta misión. ¡Pon tu amor en acción!